El jueves pasado, el presidente argentino Mauricio Macri se pasó de modesto. Con rostro sereno, controlado en sesión grabada, hizo un largo y soporífero discurso de 39 minutos en cadena oficial de televisión para enumerar, casi sin autocrítica las realizaciones de su gobierno que acaba mañana. Puertos, complejos sanitarios, campos de energía no convencional, etc. Nada de eso alcanzó. Los argentinos prefirieron votar un retorno al kirchnerismo explícito que lo sucederá en la Casa Rosada. La conclusión está cantada: las rutas no votan, tampoco los puentes o los aeropuertos recién estrenados. Más de 40% de pobres lo dejaron de a pie, en la creencia de que con el cambio de guardia les irá mejor.

