Saludar con alborozo una ruptura institucional e invitar a otros a sumarse a la fiesta no sería nada del otro mundo si el festejante no fuera el presidente de una república, la más alta investidura alcanzable por voluntad popular. Es lo que acaba de hacer, sin rubor alguno, el Presidente del Brasil, Jair Bolsonaro, militar retirado conocido por su fundamentalismo de derecha y sin pelos en la lengua para ventilar sus inclinaciones más extremas. En su llamamiento instó a sus camaradas a “retomar la narrativa verdadera de nuestra historia… de nuestro orgullo brasileño”.

