o menos que le es dable esperar al nuevo inquilino de Mburuvichá Roga es que el colega saliente le abra todos los armarios y le muestre, sin retaceos, sus estados contables. Y lo que está encontrando no es, precisamente, abierta colaboración, al menos si tenemos en cuenta la marea de versiones sobre vaciamientos y maquillajes en la administración de los asuntos de la República.
Ni el que se va ni el que llega son dueños del Estado, aunque quienes han ocupado históricamente el Palacio de López se han sentido lo contrario, es decir, con derecho a disponer graciosamente de bienes y dineros públicos.
Peña y Abdo tienen la irrepetible oportunidad de inaugurar una era diferente, trabajando con apertura total en la evaluación de las cuentas públicas. Sería un verdadero cambio de hábito que generaría en la ciudadanía suficiente confianza en su dirigencia.