Concedamos crédito al anuncio del Gobierno sobre la puesta en servicio, en un futuro próximo, de una línea de transmisión que conectará Villa Hayes con Pozo Colorado y terminal en Loma Plata, departamento de Boquerón. Es una obra importante aunque no suficiente para responder a la explosiva demanda de energía que plantea el Chaco con la expansión de la agro ganadería, el riego artificial, la instalación de industrias procesadoras y la aparición de nuevos núcleos urbanos en zonas lejanas, en especial el Alto Paraguay.
Pero la pata eternamente renga se llama agua potable. Este es un capítulo que llena de vergüenza a la clase política sin distinción de colores ni ideologías. El operativo “acueducto chaqueño” es un modelo de gestión inepta y posiblemente corrupta. Nunca se ha dedicado tanto tiempo, recursos humanos y fondos para una obra absolutamente inútil y costosa, ya que de los US$ 90 millones del diseño original quién sabe a cuánto estará llegando la cuenta. Los 203 kilómetros de cañerías padecen contínuos reventones, pérdidas y salidas de servicio. Cada emergencia le cuesta al Ministerio de Obras Públicas -es decir, al contribuyente en general- entre G. 40 y 60 millones. Tan frecuentes son esos episodios que ya se preguntan muchos si vale la pena seguir con los remiendos de tuberías que ya empiezan a ser viejas o encarar un nuevo diseño y ejecución de obra.
El acueducto ya tiene más de 30 años desde que se empezó a hablar y se abrió la primera canilla que no entrega una sola gota de agua.