La memoria es caprichosa: aparece y hace de las suyas cuando menos te lo esperas. Conmigo últimamente, juega a presentarse sin invitación, a la hora de comer. Despliego el mantel, lo aliso con las manos, dispongo vajilla, servilletas, vasos y cubiertos, y de golpe llega la risa de mi abuelo, el olor a naranjas recién cogidas del árbol, los cristales empañados nada más abrir el puchero, mi abuela, mi madre, ellas, ellas nunca sentadas del todo, yendo y viniendo, detrás, en cualquier parte.
Columnas
Las que se levantan
Quedarse después de comer sin levantarse de la mesa no dejaba de ser, a fin de cuentas, símbolo de poder, de estatus.