Nuestro mundo atraviesa un periodo de fuertes turbulencias, que se reflejan en un aluvión de violencias sin escrúpulo alguno, que nos dividen y nos esclavizan como jamás. Ante esta grave, gravísima situación global, tenemos que apostar por el vital reconstituyente de la unidad, de rehacernos con la cura terapéutica de la clemencia, pero sin obviar el hacer de la justicia decidida a defender a los débiles y a castigar a los violentos, de modo que el consenso fundamental en torno a las normas e instituciones internacionales, no se desmorone ante nuestros ojos. No olvidemos, tampoco, que la concordia llega con un deber responsable de entenderse, pero alimentada por los compromisos de entereza necesarios, manteniendo el mandato en la franqueza, cuestión que requerimos para ganar confianza.
Columnas
El orden en la libertad y en el deber responsable
La deshumanización está ahí, es un precursor peligroso del odio y la intimidación, que ha de ser denunciado siempre que se produzca. Junto a esta atmósfera, está el auge de los oligarcas tecnológicos, que irradian la nueva dinámica de un poder mundial, verdaderamente frío y calculador de haciendas opresoras.