En Francia sería tener mucho tiempo ocioso para tomar chocolate o café en Les Deux Magots de París, recordando a Sartre y Simone de Beauvoir sobre sus conceptos existencialistas. Qué tal. En el Paraguay el éxito seria tener empleo (y no trabajo) en Itaipù y Yacyretà, una especie de Palacio de Versalles donde habita la nobleza con casta; con la única responsabilidad de marcar entrada y salida todos los días y poner el aire acondicionado a veintidós grados para chatear con los perros. Ganando, claro, decenas de millones de guaraníes haciendo, absolutamente, nada. Total, el agua mueve las turbinas. Otro modelo de éxito paraguayo podría ser un narco político con entrada en la cancha de futbol de Mburuvichà Roga y con derecho a meriendas periódicas en el quincho de la calle España. Ni más ni menos. Como verán, el paraguayo tradicional tiene en su aspiracional parte del ocio francés con la cocaína estadounidense. Es un híbrido perfecto.
Columnas
El éxito verdadero
Tengo una idea. Cómo se sabe qué es el éxito verdadero. En Estados Unidos está representado por un trabajólico que para poder aguantar el trajín de Wall Street o Silicon Valley debe consumir sustancias adictivas.