Soy carnívoro. Crecí y me eduqué hasta los 13 años en el sur de la provincia de Buenos Aires. Allí transcurría mi vida, la mitad en un pueblo fundado por inmigrantes vascos y la otra mitad en una chacra que se dedicaba a criar ganado, además de plantar trigo y cebada. No había fuerza que hubiera podido impedir mi participación en las yerras, una fiesta que llenaba el campo de gente para el mes de marzo. Allí, hombres de a caballo desplegaban todas sus destrezas y se regalaba el paladar con asado con cuero, cordero patagónico al asador y criadillas a las brasas, los testículos del novillo recién castrado y marcado, servidos sobre una fragante galleta horneada por diligentes cocineras rurales.
Columnas
Aflojen, chicos de la WWF
Paraguayos y argentinos cultivamos la pasión por el asado no sólo como banquete a compartir sino como ambiente cordial que nos presenta y nos define como sociedad.