Las imputaciones hechas por un exfuncionario del Congreso a un diputado serían escandalosas en cualquier sociedad medianamente formada en valores y celosamente cuidada por la justicia. Pero aquí, entre nosotros, que un diputado se lleve a un empleado del Legislativo a su casa para que “sirva a la patria” arreglando un baño o podando el jardín, qué nos va a extrañar.
Editorial
Por qué no nos sorprende
Existe un ponderable porcentaje de empleados públicos de jerarquía - y muchos legisladores no escapan al modelo- que dejó demasiado pronto el arado de mancera para subirse al Mercedes Benz que lo lleva todos los días a su oficina pública sostenida con recursos del contribuyente.