Más allá de los regocijos, los desengaños y la desconfianza, la gran fiesta de la democracia nos dejó una vez más la sensación de que hemos sabido aprovechar un legado que nos viene de aquel día augural en que empezamos a recorrer el camino de la convivencia en el disenso, en la aceptación de la idea del otro por inaceptable que pueda parecernos. Hemos confirmado que el voto y las urnas son instrumentos irreemplazables cuando se trata de elegir un nuevo turno en el Gobierno.
Editorial
La fiesta pasó, ahora a trabajar
Fue una buena jornada de celebración.