Huele a vieja… a remanida, además de inexacta. Cada presidente de la era democrática llegó al podio que Ud. va a ocupar el 15 de agosto con el mismo verbo en la boca prometiendo no solo reconstruir sino inaugurar el infaltable “nuevo Paraguay”.
Espero que Ud. no lo repita porque cometería una injusticia con millones de paraguayos que inician cada jornada dejando algo sólido y palpable para el futuro inmediato, empezando por la familia. Esa es su construcción, que puede ser un cuarto para el bebé que llega, la universidad para el hijo mayor o la empresa que finalmente se animó a emprender. También pueden ser las dos o tres hectáreas de la finca familiar con nuevos cultivos de renta o, al otro lado del abanico social, el tractor o implemento agrícola de tecnología innovadora en una unidad agrícola de alto rendimiento. Mientras, miles de jóvenes se entrenan en nuevas competencias y habilidades luchando contra un esquema educativo paralizado y perplejo frente a la innovación. Ellos no se sentaron a esperar que los gurúes de la reforma educativa se pusieran de acuerdo y salieron a construir su propio camino.
Así que sería bueno, Sr. Presidente, que especificara a qué reconstrucción se refiere. Hablar del país es demasiado pretencioso, porque ese país existe y lo construimos todos los días siete millones de paraguayos. A usted lo espera otro tipo de reconstrucción, si insiste en el término. Su trabajo más pesado será modificar la mentalidad de la gran mayoría de los 300.000 burócratas que deben entender que el país no está a su servicio sino ellos al servicio del país.