La dificultad de inserción en el mercado laboral abre puertas a un ciclo de informalidad, baja remuneración e impacto en la calidad de vida. Además, erosiona las habilidades y el conocimiento, reduciendo las perspectivas y generando un sentido de exclusión social y pérdida de propósito. El efecto en cascada de este problema aún intensifica un dato, ya alarmante, sobre la disposición futura. Según datos de la investigación The Mental State of the World, los jóvenes presentaron más quejas sobre la salud mental que la población en el grupo de edad entre 55 y 64 años. El análisis de la OCDE también llama la atención sobre los efectos del desempleo, inactividad y desaliento prolongados en los jóvenes, no solo en cuanto a la trayectoria profesional, sino en términos de salud mental.
Columnas
Potenciando el capital humano
La transición de la escuela al mundo laboral es uno de los hitos en el desarrollo humano. Señala independencia y autonomía, pero, sobre todo, la oportunidad de contribuir y participar activamente en la vida social. Sin embargo, en el grupo de edad de 15 a 24 años en América Latina y el Caribe, proyectado en alrededor de 660 millones de personas en 2024, existe una alta tasa de desempleo. En 2019, uno de cada cinco jóvenes no encontró empleo y esto, además de representar el triple de la media de la población adulta, fue el índice más alto en 20 años.