Vivimos en un tiempo marcado por una fractura profunda en la política y la cultura: la grieta. Esta división, que atraviesa discursos, instituciones y vínculos cotidianos, ya no se limita al desacuerdo ideológico, sino que ha evolucionado hacia una polarización extrema donde pensar diferente se traduce, casi automáticamente, en ser considerado enemigo.
Columnas
Las grietas nos divide
En medio de esta confrontación, surge la pregunta inevitable: ¿quién tiene la verdad? La respuesta no es sencilla. En una democracia sana, la verdad no debería ser patrimonio exclusivo de nadie.