Esta naturaleza herida requiere sanación; el árbol de la vida hay que sustentarlo entre todos y sostenerlo con abecedarios de concordia, antes de que las desavenencias nos rompan los vínculos fraternos y el odio se avive por todas partes, disuadiendo cualquier esperanza viviente que nace del amor y se funda en el amar. Una pasión que nos llama a la reconciliación, para que en medio del desastre que han dejado las maldades vertidas, todos colaboremos y cooperemos en la reconstrucción de lo bueno, con la armónica belleza, que es la que nos alienta a vivir. Para empezar, hemos de destruir los muros discriminatorios, extender horizontes abiertos, combatir las mentiras y decir la verdad. La acción no es nada fácil, pero tampoco imposible. Querer el cambio, ya es iniciarlo.
Columnas
La realidad mal entendida, nos desmorona las buenas intenciones
El vínculo más esencial que tenemos en común la humanidad, es que todos vivimos en este gran orbe. Tenemos pues una casa común, en la cual respiramos el mismo aire, hasta que la muerte nos alcance. Así es, contamos con fecha de caducidad en el tránsito. Por consiguiente, son de alabar las iniciativas que tratan de encauzar corazones perdidos.