Don Joel, el dueño de la propiedad, acostumbraba a transitar el predio montado a caballo. La mayoría de las veces, sobre todo en la época de las vacaciones escolares, le invitaba a su hijo de unos 9 años, Miguelito, a que lo acompañara. Este lo hacía con mucho gusto, dado que le gustaba las labores de campo.
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El tronco en el camino de Miguelito
La hacienda era relativamente grande. Tenía más de un centenar de hectáreas. El campo se utilizaba para la cría y engorde de ganado vacuno y, también, una pequeña parte era destinada a plantaciones de cítricos de buena calidad. Como es de suponer, dentro de la estancia se habían construido caminos internos que facilitaban el recorrido de control de los responsables.