En estas últimas semanas, era casi habitual el cierre de rutas, la clausura de avenidas y la realización cotidiana de hostiles manifestaciones callejeras. Estas situaciones se daban debido a un grupo de seguidores, de uno de los candidatos a presidente de la república, con la participación de muchos inadaptados entre los mismos. Ese grupo trataba de justificar su accionar por un supuesto “robo de la voluntad popular” en las últimas elecciones.
Yo sentí mucha impotencia por la laxitud de las autoridades encargadas de mantener el orden. Veía manifestaciones de un grupo díscolo e inmerso a realizar acciones patoteriles en detrimento de muchísima gente que debía trasladarse a otras ciudades y que no pudieron, perjudicaron a enfermos que necesitaban en forma imperiosa ser tratados en nosocomios especializados y que, en su momento, eran trasladados en ambulancias que eran detenidas ilegalmente y obligadas a retornar a su lugar de origen.
También eran perjudicadas muchas personas que debían tomar sus buses para trasladarse a sus lugares de trabajo, y que debían adivinar los nuevos trayectos que los mismos tomaban para sortear la “toma de calles” por parte de los manifestantes.