Sobre el steak tartar se barajan distintos orígenes. El que suena con más fuerza es el que sitúa su nacimiento, en el siglo XIII, en la carne macerada bajo las monturas de los caballos de jinetes tártaros. Una carne que les alimentaba durante la época de incursiones bélicas. Otro posible origen apunta a la lejana Polinesia Francesa donde, al parecer, comer carne cruda fue siempre una práctica muy extendida.
Sea como fuere, el arranque parece incierto. José Carlos Capel, presidente de Madrid Fusión, en un artículo publicado en 2014, tilda de “fábula extraña” el origen tártaro.
En cambio, Rosa Tovar, prestigiosa cocinera e historiadora gastronómica, le da cierto crédito. “Los tártaros hacían filetes de carne de potro y para conservarlos, los fermentaban bajo las monturas de los caballos. El sudor del caballo era el catalizador de la fermentación”, afirma Tovar.