Nuestro país sigue teniendo una muy fuerte dependencia de las materias primas agrícolas y esto supone, lógicamente, una supeditación permanente de los resultados económicos anuales a factores que no se pueden controlar, como los climáticos. Claro ejemplo de ello fue la incertidumbre que generaron las lluvias y sequías a lo largo del año pasado y el marcado freno que esto generó, dejando una variación del Producto Interno Bruto apenas por encima del cero.