David Velázquez Seiferheld
Investigador
especialista en
Historia
de la Educación.
Los avances de la psicología del
desarrollo condujeron también a un conocimiento más amplio (aunque todavía con
numerosas preguntas) acerca de cómo se aprende. En el siglo XX, inicialmente la
respuesta conductista puso énfasis en la relación estímulo-respuesta y
contribuyó a generar un sistema educativo de premios y castigos y estimuló la
asociación, retención y memorización de información de corto plazo; luego, las
teorías psicológicas cognitivas han permitido explicar de una manera más
compleja, cómo se producen los aprendizajes.
En 1963, David Ausubel
proporcionó las bases fundamentales del aprendizaje
significativo, una teoría psicológica destinada a explicar cómo se aprende
en un proceso de aula. Los avances de la psicología del aprendizaje habían
mostrado que el conocimiento adquirido en un marco de asociaciones y relaciones
arbitrarias entre conceptos, sin relación con el contexto de quien aprende,
se almacenan en la memoria de corto plazo: la retención de información es muy
baja y por un tiempo muy corto, dado que el conocimiento así adquirido no puede
reforzarse con su aplicación a un
entorno con el que no guarda ninguna relación.
Los hallazgos mostraban que los
conceptos se almacenan en la memoria de largo plazo si guardan una relación significativa con la estructura de conceptos que
el sujeto del aprendizaje posee previamente. La mente humana no es un todo desordenado y
caótico: todas las personas se representan el mundo a través de conceptos
ordenados en complejas redes conceptuales;
conceptos que se agrupan y reagrupan por parte del mismo sujeto en función de
su experiencia vital. Por ello, se dice que la teoría del aprendizaje
significativo es constructivista: es
el sujeto el que, en su aprendizaje, en su experiencia, en sus interacciones
con las demás personas, agrupa en conceptos
ordenados e interrelacionados, su percepción del mundo y de la realidad.
Cuanto más asociados estén los
conceptos de aula a la experiencia previa del sujeto, mayor es la probabilidad
de que reordene su propia estructura conceptual en un proceso que incluye las
fases de disonancia cognitiva (que
podría definirse como la diferencia que existe entre lo que ya sabe y lo que se
le propone aprender) y luego, la reconciliación
integradora (la construcción y/o renovación de conceptos), la organización secuencial (la
jerarquización de conceptos) y la consolidación. La aplicación de la
teoría en el aula implica la identificación de conocimientos previos y su
valoración por parte de los y las docentes; la selección de contenidos y
elementos de clase con criterio sustantivo
destinado a quienes estudian; la utilización correcta de mapas y redes conceptuales para valorar el grado de incorporación,
retención y jerarquización de los conceptos; y la revisión continua de los
métodos de trabajo con los estudiantes.
Los hallazgos posteriores de
autores como Novak mostraron el papel que cumple la dimensión emocional en el proceso de aprendizaje
significativo: la propia estructura cerebral, sobre la que todavía queda
demasiado por saber, nos muestra un amplio predominio de funciones relativas a
las emociones en comparación con la corteza en la que se asienta la racionalidad. Otros, como Gowin,
enfatizan la construcción conjunta de
significados, valorando el papel de las interacciones sociales. A más de
cinco décadas de aquel estudio pionero de Ausubel, la teoría del aprendizaje
significativo muestra aún una gran fuerza explicativa y compatibilidad con
otras teorías también constructivistas, brindado nuevos caminos a la educación.