En los últimos dos años, en materia de exportación y apertura de mercados, estamos viviendo probablemente el mejor momento de la historia para la industria cárnica paraguaya. Logramos que EE.UU. no solo habilitara su mercado, sino que se convirtiera en el tercer principal destino. Y mientras eso se consolida, todo indica que el continente asiático será el próximo bastión a conquistar para nuestra proteína.

Entonces, ¿por qué poner en riesgo un negocio que genera más de US$ 2.000 millones en divisas, eliminando la vacunación preventiva contra la fiebre aftosa, sólo porque estimamos que sin inmunización podríamos sumar unos US$ 300 millones adicionales a la balanza comercial? No resulta lógico.

El sector ganadero paraguayo expresó un rechazo unánime a la suspensión inmediata que propone Senacsa. No por temor, sino porque sabe que llegar hasta aquí demandó más de una década de trabajo, millones de dólares en cuidados y genética, para posicionar al país con un estatus de carne premium.

Por eso, con prudencia, sostienen que, si alguna vez dejamos de vacunar, debe hacerse de manera paulatina y en un proceso de al menos tres años. Lo contrario podría repetir lo ocurrido en 2011, cuando un solo caso de aftosa provocó pérdidas superiores a US$ 1.000 millones. Recuperar la confianza ganada llevaría nuevamente décadas.

Senacsa abrió un periodo de 15 días de consulta. Es el momento de escuchar con atención a quienes están en el campo, arriesgando tiempo y capital. En decisiones tan trascendentales, lo sensato es construir consensos. Solo así, el éxito o el fracaso serán la consecuencia de una responsabilidad compartida.

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