En la tierra reconocida mundialmente por sus hatos ganaderos, el asado dominical se transforma en un privilegio y los cortes populares en un artículo de lujo. Hoy, el precio de la carne vacuna ronda los 60.000 guaraníes por kilo, tras aumentos oficiales que alcanzan el 30% anual y percepciones ciudadanas que estiman subas reales de hasta el 50% en los últimos 24 meses. Así, la carne roja, pilar de la alimentación de éste país, es cada vez más inaccesible para la mayoría.

El reciente incremento del salario mínimo, una suba de 108.000 guaraníes, resulta totalmente insuficiente frente al encarecimiento feroz de productos básicos como la carne. Mientras la dieta nacional se ajusta a pollo, cerdo y embutidos más baratos, familias enteras resignan su derecho a consumir proteína de calidad. Incluso comercios y restaurantes están optando por cambiar sus menús, o trasladar costos al consumidor final, ante la imposibilidad de sostener precios.

Resulta indignante que, ante este panorama, el Congreso haya rechazado la creación de una comisión especial para investigar el precio de la carne. La sospecha de prácticas anticompetitivas resuena cada vez más fuerte, la Asociación Rural del Paraguay (ARP), los frigoríficos y la Comisión Nacional de la Competencia (Conacom) se encuentran en un entredicho, pero la discusión se ha empantanado en un conflicto de poderes sin soluciones efectivas.

Este problema no es coyuntural; es estructural. En solo dos años, el consumo per cápita de carne cayó de 55 a 50 kg y sigue en declive, un dato alarmante para un país que debería liderar en acceso, no solo en exportación. El desbalance entre oferta y demanda interna, la falta de políticas que prioricen el abastecimiento nacional y una cadena de intermediación que presiona permanentemente los precios, son responsables de que la carne se aleje de la mesa del paraguayo.

Mientras las autoridades rehúyen al debate y la mesa se vacía, Paraguay asiste al espectáculo absurdo de ser potencia ganadera sin carne suficiente ni accesible para su pueblo. El momento de exigir respuestas y acción decidida es ahora. De lo contrario, seguiremos siendo el país de la carne, sin carne para los suyos.

Paraguay, el país de la carne, sin carne para todos en la mesa

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