Una paradoja es cuando dos ideas parecen contradecirse, pero ambas son ciertas. En liderazgo, pocas preguntas lo ilustran mejor que: ¿cuánto debo insistir con un colaborador que no mejora?

Por un lado, la lógica indica que no se puede insistir indefinidamente: tiempo, energía y recursos son limitados. Por otro, la responsabilidad nos recuerda que, mientras esa persona forme parte del equipo, no desistir es parte del rol del líder. Así nace la paradoja: insistir siempre, pero no para siempre.

La clave para resolverla está en fijar límites temporales claros. En la gestión de personas, todo proceso de mejora debe tener tres momentos definidos: una fecha de acción, que es el momento para intervenir, dar feedback y acordar un plan concreto; una fecha de revisión, que marca el día para evaluar avances medibles; y una fecha de decisión, en la que se determina si la persona continúa, se reasigna o se inicia un proceso de salida.

Este marco evita la corrección eterna y reduce la ambigüedad. También transmite un mensaje inequívoco: “Te voy a apoyar, pero voy a medir”.

Insistir no es lo mismo que tolerar indefinidamente. Un liderazgo efectivo combina paciencia y exigencia, sosteniendo el esfuerzo mientras haya progreso real y cortando el ciclo cuando el avance es inexistente. Así, la insistencia deja de ser desgaste y se convierte en estrategia.

El verdadero liderazgo sabe cuando empujar y cuando soltar porque podemos estirar una cuerda pero no empujarla.

Liderazgo: ¿Cuánto insistir con un colaborador que no mejora?

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