Transitamos un camino lleno de promesas económicas, pero se ve frenado por una carencia fundamental, la educación financiera. Como medio que hemos seguido de cerca la evolución económica de nuestro país, se puede afirmar que la falta de conocimientos básicos sobre finanzas personales no solo limita la inclusión financiera, sino que también pone en riesgo la estabilidad y el bienestar de millones de paraguayos.

Las cifras oficiales son contundentes. Apenas un 10% de los hogares paraguayos ha recibido educación financiera formal, un dato alarmante que explica por qué, a pesar del crecimiento en la bancarización, con más de 2.2 millones de cuentas básicas abiertas y un aumento del 66% en personas con crédito entre 2022 y 2024, la mayoría de la población sigue sin aprovechar plenamente los beneficios del sistema financiero. La informalidad laboral, la desconfianza en las instituciones y los costos elevados de los servicios financieros agravan esta situación.

Históricamente, el Estado ha dado pasos tímidos, como la inclusión optativa de educación financiera en la educación media desde 2010 y la instauración de la Semana Nacional de la Educación Financiera en 2017. Sin embargo, estas medidas no han sido suficientes ni sistemáticas. La falta de una política nacional integral y obligatoria limita el alcance y la efectividad de estos esfuerzos.

Para revertir esta realidad, es imprescindible que el país adopte una estrategia coordinada y multisectorial que incluya, la incorporación obligatoria y transversal de la educación financiera en todos los niveles educativos, con contenidos prácticos y adaptados a la realidad social y económica del país.

También es urgente la capacitación continua de docentes y la producción de materiales didácticos accesibles y actualizados, incluyendo campañas masivas de educación financiera dirigidas a adultos, especialmente a sectores vulnerables como mujeres rurales y trabajadores informales.

No olvidar la promoción de alianzas público-privadas que faciliten el acceso a productos financieros transparentes y confiables y el aprovechamiento de la digitalización y las fintech, acompañados de formación para un uso seguro y eficiente.

La educación financiera no es un lujo ni un tema menor; es la base para que cada paraguayo pueda administrar sus recursos, planificar su futuro y contribuir al desarrollo económico sostenible. La demora en atender esta necesidad es un lastre que el país no puede permitirse. Es hora de que autoridades, educadores, sector privado y medios de comunicación unan esfuerzos para transformar esta falencia en una oportunidad de crecimiento real y duradero.

La educación financiera, un reto impostergable para el progreso nacional

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