En un mundo laboral donde se nos invita constantemente a "aprender más" y "desarrollarnos continuamente", pocas veces nos detenemos a preguntarnos algo esencial: ¿y si estoy invirtiendo tiempo y energía en las habilidades equivocadas?

Desde la neurociencia, sabemos que el cerebro es plástico: lo que practicamos, se refuerza. Cada vez que repetimos una conducta, activamos circuitos neuronales que se fortalecen como un músculo entrenado. Pero aquí está el riesgo: también fortalecemos aquello que no necesariamente nos acerca a lo que realmente necesitamos.

Imagina dedicar años a perfeccionar tu capacidad de resolver tareas operativas, mientras el mundo laboral demanda pensamiento crítico, adaptabilidad y gestión emocional. O enfocarte en acumular conocimientos técnicos mientras las organizaciones valoran cada vez más habilidades como la comunicación, la empatía y la colaboración.

La inteligencia emocional se vuelve clave aquí. Daniel Goleman lo planteaba: no basta con el “saber hacer”, necesitamos el “saber ser”. Reconocer nuestras emociones, leer las de los demás, autorregularnos y construir relaciones sanas no solo impacta en el bienestar, también en el rendimiento. Los estados emocionales positivos amplían nuestra capacidad de aprendizaje, creatividad y toma de decisiones, activando redes cerebrales asociadas al pensamiento flexible.

Entonces, ¿cómo evitar entrenar los “músculos equivocados”?

Revisa qué habilidades demanda tu presente y tu futuro. Pregúntate: ¿lo que entreno hoy será relevante en cinco años?

Pon foco en lo que no se automatiza: pensamiento crítico, adaptabilidad, empatía. La tecnología reemplaza tareas, no habilidades humanas.

Escucha tus emociones: suelen ser brújulas que indican dónde hay brechas de desarrollo personal más profundas que lo meramente técnico.

Aprende a desaprender: cuestiona hábitos que fueron útiles pero ya no lo son. La neuroplasticidad nos recuerda que siempre podemos reprogramar patrones.

En definitiva, no se trata de desarrollar más habilidades, sino de desarrollar las correctas. Y las correctas, casi siempre, nacen en la intersección entre autoconocimiento, inteligencia emocional y comprensión del contexto.

Porque quizás la verdadera pregunta no es "¿qué más puedo aprender?", sino "¿qué realmente debo aprender?"

¿Estás enfocando tu energía en las habilidades que importan?

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