Por Diego San Esteban, presidente de Latam Opem Finance. Chief Innovation y Business Solutions Advocate de N5

La simulación del cambio: cuando el banco finge transformarse

“No hay nada más peligroso que una transformación que solo existe en el PowerPoint.”

1. El cambio que se actúa

La transformación digital se convirtió en una palabra mágica. Un mantra repetido en cada evento, cada keynote, cada comité.

Se anuncian squads. Se pintan paredes con post-its. Se contratan Agile Coaches. Se arman hackathons con premios. Y, al final del trimestre, se presenta un tablero de KPIs con semáforos verdes y una slide que dice: “Evolución cultural: 87%.”

Pero cuando uno entra en la operación, habla con los equipos, recorre los flujos… el cambio real no está.

Lo que está es la escenografía.

2. El miedo como sistema operativo

Nadie lo dice en voz alta. Pero en muchos bancos latinoamericanos, el verdadero liderazgo no es el que transforma, sino el que no molesta.

Los mandos medios —verdaderos dueños de la ejecución— aprendieron que innovar es arriesgar. Y que arriesgar es poner en juego su estabilidad.

Entonces:

Se aprueban pilotos que no escalan.
Se validan ideas sin presupuesto real.
Se empuja hacia adelante una narrativa de cambio… que no toca nada estructural.

La cultura del control le ganó a la del aprendizaje.

3. Los síntomas de la simulación

¿Cómo reconocer si tu banco está fingiendo el cambio? Acá, algunos signos sutiles… pero letales:

Hay más comités de innovación que proyectos que llegaron a producción.
Se mide la transformación con encuestas internas, no con impacto real en el cliente.
Los equipos hacen “design thinking”… pero no pueden implementar lo que diseñan.
El único presupuesto aprobado es para “consultoría”, no para ejecución.
El cambio cultural se anuncia… pero no se ve reflejado en cómo se contrata, evalúa o promueve a las personas.

Es un cambio de cartón. Diseñado para calmar, no para mover.

4. ¿Por qué se finge? Porque conviene.

Simular transformación tiene beneficios internos:

Te permite mostrar movimiento sin incomodar jerarquías.
Hace que la marca se vea moderna sin alterar estructuras.
Da aire político sin poner en riesgo la operación.

Pero hay un problema: afuera sí está cambiando el mercado. Y mientras el banco se aplaude a sí mismo por “innovar”, una fintech lanza en tres semanas lo que al banco le lleva seis meses validar internamente.

Fingir el cambio no protege. Distrae. Y cuando querés reaccionar, ya es tarde.

5. Las consecuencias invisibles

La simulación de transformación no solo es inútil. Es tóxica.

Genera cinismo interno: los equipos aprenden que nada cambia en serio.
Atrae talento digital… que se va al descubrir la trampa.
Agota al liderazgo real, que empieza a callar para no chocar con el sistema.
Y lo más grave: convierte la innovación en una performance.

6. ¿Cómo romper la puesta en escena?

Hay formas concretas de salir de este teatro:

Medí la transformación con indicadores reales: tiempo de entrega, fricción operativa, impacto en el cliente.
Dale poder a quienes hacen, no a quienes sólo presentan.
Dejá de premiar la obediencia como mérito.
Desarmá el mito del “mandato sin presupuesto”. Si no hay recursos, no hay prioridad.
Y sobre todo: bajá la transformación del PowerPoint… al sistema core.

7. El valor de lo incómodo

Transformar en serio duele. Requiere tocar privilegios. Mover estructuras. Decirle a gente valiosa que lo que sabían ya no alcanza.

Pero es eso… o seguir construyendo un banco que parece moderno, pero que ya no lo es.

Lo que viene

Ya vimos el legado tecnológico. Ya expusimos la entropía humana. Hoy mostramos la simulación. En el próximo artículo vamos a hablar del negocio de la inmovilidad: los proveedores que se benefician con que todo siga igual… y el costo silencioso que paga el banco por no migrar, no negociar y no decidir.

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