Por: Carlos Rönnebeck, consultor asociado de Potencial Humano S.A.

En el amplio repertorio de habilidades laborales, la diplomacia ocupa un lugar esencial. No se trata solo de evitar conflictos o suavizar tensiones; es una competencia estratégica que permite construir relaciones profesionales sostenibles y productivas. Como ocurre con muchos términos del ámbito organizacional, sobre la diplomacia hay definiciones correctas, incorrectas y una tercera categoría: las convenientes, esas que se ajustan a intereses particulares y distorsionan su verdadero valor.

Podemos identificar al menos tres componentes clave de la diplomacia laboral: claridad comunicacional, respeto estratégico y gestión del impacto. La claridad implica decir lo necesario sin perder precisión ni rodeos inútiles. El respeto estratégico consiste en valorar al otro incluso cuando sus ideas, estilos o prioridades difieren. Y la gestión del impacto apunta a anticipar cómo nuestras palabras y acciones repercuten en el entorno.

Ejercer la diplomacia requiere, además, conocer a las personas con las que interactuamos. Sus estilos, sus motivaciones y, sobre todo, su nivel de gestión emocional.

No todos reciben el mismo mensaje de igual forma, ni todos tienen la misma capacidad para manejar lo que sienten frente a un desacuerdo. La diplomacia no es una máscara, sino un puente.

Por ello, es fundamental integrar esta habilidad en nuestra identidad profesional. No puede ser una reacción forzada, adoptada solo cuando las circunstancias lo exigen. Cuando la diplomacia nace del carácter y no de la necesidad, se vuelve genuina, poderosa y sostenible.

Al otro extremo de la diplomacia se encuentra el hablar sin filtros, una actitud que suele justificarse con el argumento de “ser auténtico”. Pero muchas veces, esta autenticidad no es más que una coartada reconfortante para no admitir que carecemos de herramientas para interactuar con otros y comunicar de forma asertiva. La autenticidad sin diplomacia no es virtud, es torpeza.

“Ser auténtico no te da permiso para ser torpe”

Diplomacia laboral: administrar tensiones sin crear nuevas

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